(Entrevista realizada el pasado mes de enero en Addis Abeba, Etiopía)
-Ha venido a Etiopía para viajar por el país escribir de su viaje y sus impresiones. ¿Están unidas la literatura y el viaje?
–Por supuesto. En mi caso, me influyó mucho mi padrino, Luis Goytisolo, yo me llamo Luis por él. Me regalaba libros de Salgari, de Stevensson, de Conrad. Éstas fueron mis primeras lecturas y a los once años me decidí a ser escritor.
-¿Qué ocurrió?
-Comencé a escribir una novela del oeste con la idea de publicarla en la editorial Molino. Esta editorial había anunciado que pagaba 500 pesetas por cada manuscrito. Y allá que fui a visitarlos con el mío. Fueron muy amables cuando me vieron, pero, por no decirme que no, me dijeron que tardaban uno o dos años en confirmar si editaban o no una obra, así que, a mis once años, aquello me pareció un mundo y abandoné el proyecto. Pero yo siempre pensé en compaginar viajes y literatura.
-¿Cuáles eran sus referentes entonces?
-El modelo era Conrad. Por eso me inscribí en la Escuela Náutica, que nunca llegué a comenzar. Después, con 17 años empecé a estudiar Derecho, con la idea de iniciar la carrera diplomática, y hasta pensé, como Saint-Exupéry, en hacer la mili en aviación, en la base de Burgos, pero no obtuve plaza. Luego me dijeron que la mía se la dieron al hijo de un general…
–¿Qué relación mantiene con África?
-De África conozco toda la zona del Mediterráneo y prácticamente todo la zona oriental del África oriental: Sudáfrica, Bostwana, Zimbawe, Uganda, Madagascar… La primera vez que vine a Etiopía hará once años debido a una serie que hicimos sobre el Índico. Mi relación con África y también con Asia se remonta a la infancia. A través de las lecturas me vino el espíritu viajero, como digo, pero también hay un elemento familiar, un antepasado mío, mi bisabuelo. Era de Vizcaya y se fue a Cuba, donde le fue bien. Luego regresó a Barcelona. En la familia siempre ha estado el mito de mi bisabuelo.
-¿Es optimista sobre el futuro de África y de Asia?
-De Asia conozco sobre todo el sur y el este. En estas zonas se está produciendo ya un desarrollo económico, como en Vietnam o India. Creo que la diferencia con África es que éstos son países con unas élites muy avanzadas y que han recibido un decisivo impulso exterior para su desarrollo: en Vietnam, de Moscú; en India, de Inglaterra. El problema para que este desarrollo llegue a toda la población es que arrastran un lastre enorme: en India hay 500 millones de pobres. Eso también ocurre en África. Los dirigentes es como si no los vieran, es como si esa gente se hubiera vuelto invisible, pero están ahí: duermen en las aceras, en plena calle. Es cierto que en Asia, y esto es una diferencia decisiva, ha habido un énfasis muy fuerte de la educación. Ha ocurrido en Corea, ahora también en China. El modelo ha sido Japón, un país que entró en muchas guerras entre el siglo XIX y la primera mitad del XX y que a partir de ahí apostó por un modelo que lo ha convertido en potencia mundial.
-¿Nunca tuvo la tentación de cultivar la literatura de viajes?
-No era muy compatible con Antagonía. Luego vinieron los documentales que hice sobre el Mediterráneo y el Índico… A partir de 2000 hay un cambio en mi literatura, con Diario de 360º. Antes, una de mis novelas, Mzungo (1996) empieza en Somalia y describe un país africano que podría ser Madagascar: tenebroso, con un culto tétrico a la muerte, con ceremonias de desenterramientos… una locura.
-¿Escribe algo ahora?
-He comenzado una nueva novela, pero con calma. No puedo contar mucho. Tiene varias tramas y la estoy desarrollando con calma. Además, en mayo viajaré a Japón y esto interrumpirá el trabajo.
-Ha dicho en alguna ocasión que, frente a Antagonía, sus novelas son cada vez más abiertas, en las que el lector juega un papel más activo.
-Hay una evolución que ha sido consciente, por un lado, pero otra parte no, sencillamente, se ha ido produciendo así. El punto clave es Diario de 360º. Antagonía es la novela de una novela desde el principio hasta el final, es una metáfora del cosmos. En ella, el lector, además, tiene que desconfiar, no tiene que fiarse de lo que narra el personaje. Es algo que siempre me ha intrigado: si uno mismo escribe algo en primera persona, se pone en duda; pero nadie duda de lo dice un personaje inventado [ríe]. Es curioso, al personaje todo el mundo le cree. Antagonía es mi obra más importante, pero estoy muy contento con lo que he hecho estos últimos años. Cuando terminé Antagonía eran los años 80, yo tenía cuarenta y tantos años, y me dije: ¿y ahora qué?, ¿qué puedo decir ahora? Creo que a partir de Estatua con palomas (1992) cambió todo. Supuso la entrada de elementos nuevos y la llegada a una nueva etapa que se formaliza en Diario de 360º. Yo llamo a esta nueva etapa literatura de constelación.
-¿En qué consiste?
-Cuando estás desorientado en medio de la noche hallas la ruta si miras el cielo y sabes hallar la Osa Mayor y hasta una simple estrella… Pero si no sabes, te pierdes, no podrás encontrar el camino. Esto ocurre en mis novelas. Junto a esto, cada vez cobra más importancia de lo aleatorio, del azar: a veces ocurre que no le damos ninguna importancia a algo y ese algo es lo que puede causarte la muerte.
-¿Pasa la literatura contemporánea por un buen momento?
-No lo parece. Creo que se ha perdido ambición, hay mucha novela histórica, que era un producto típico del XIX… Internet está cambiando las cosas: una prosa suelta, espontánea… esto no tiene que ser forzosamente negativo, las cosas ocurren así a veces, como sucedió con la imprenta. Crea un modo de expresión que acaba en la novela del siglo XIX. La víctima fue la poesía, que ahora es muy minoritaria.
-Ha dicho Philip Roth que la pantalla ha derrotado a los novelistas y que en unas décadas la novela será tan minoritaria como la poesía.
-La novela puede evolucionar hacia otra cosa, distinta a lo que conocemos ahora, pero eso no significa forzosamente que tenga que desaparecer. Pero es cierto que ahora la cultura es más audiovisual: antes se leían más libros y ahora se ve más la televisión, que a mí, por cierto, no me interesa en absoluto. Es curioso porque, en este sentido, a la novela el cine no le afectó para nada: al contrario, era el cine el que tomaba cosas de la novela: mecanismos de narración, historias… El cine tiene una desventaja respecto a la novela: tiene que presentar algo. Tiene que vestir a los personajes, que asignarles una altura, un color de pelo… el novelista puede ser más abstracto, puede sugerir más, para que el lector construya. El cine lo da todo o casi todo hecho. Esto hace que esté mucho más sujeto a la moda de cada momento y que luego veamos la película y nos parezca que haya envejecido mucho. A mí me ha ocurrido con Visconti, que ahora no me gusta nada.
-Pero, acaso por eso, el cine se obliga a estar más pegado a la realidad que la literatura.
-Puede que sea eso lo que haga falta a la literatura: emprender el reto de hacer un fresco de nuestra época como hizo Zola, Balzac… uno lee a Proust y En busca del tiempo perdido es eso, como el Ulises de Joyce. Puede ser cierto que cada vez la literatura, el arte, la televisión reflejen menos la realidad o tengan menos esa ambición de dibujar un fresco de época, como las grandes novelas del siglo XIX. Ahora, por ejemplo, se está produciendo un auge de la literatura de viajes, que enlaza con el periodismo, con el diario, con el relato, con el ensayo, que es muy interesante. A mí me gusta mucho, por ejemplo, Claudio Magris [El Danubio], un autor, además, con el que suelo estar bastante de acuerdo.
-Hablamos del presente, pero, ¿le interesa la memoria histórica como tema de sus novelas?
-Al comienzo de Antagonía aparece mi primer recuerdo, el final de la guerra, con mi familia. Estábamos en un pueblo, Viladrau, próximo a Barcelona… Es una temática que no me interesa, creo que la Transición dio en la clave: borrón y cuenta nueva. Hubo barbaridades por los dos lados… [pensativo] Incluso recordar a nivel personal es desagradable. He hecho en alguna de mis novelas alguna zambullida histórica, como en Liberación, cuando imaginé un diario de Marco Aurelio antes de llegar a España, pero lo hago para buscar un paralelo con la realidad. No me gusta que el argumento dependa de la recreación histórica, ni de un momento histórico.
RUTA POR ETIOPÍA. “Releo a Evelyn Waugh, sus libros y crónicas periodísticas, me interesan por que era crítico con lo que los británicos estaban haciendo en África. Estoy leyendo sobre Etiopía. Viajaré a Harar, por Rimbaud, a Axum, porque es un lugar mítico para los etíopes, de allí era la reina de Saba, dicen que allí custodian el Arca de la Alianza; y a Bahar Dar, donde está el Lago Tana, el nacimiento del Nilo. Seguiré las huellas del padre Páez, descubridor de estas fuentes del Nilo, aunque luego, dos siglos después un inglés llegara al mismo lugar y quedase como descubridor oficial. Pero esto es algo muy español, no reivindicarnos a nosotros mismos, no sé por qué pasa, pero ocurre muy a menudo”.